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EL ARADO





Los arados, según las diferentes costumbres locales, pueden ser tirados por caballos, bueyes o mulas. En las huertas del río de Berrocal con tierra arenosa y desmenuzable, los burros tiraban muchas veces de un arado ligero. Esto era muy común en los labradores que no tenían vacas, recuerdo bien a mi padre, mi tío Pepe, tío Cachalo, tío Caco y tío Peneke, lo de este último era mula, como vecinos de huertas con mi padre a todos les recuerdo arando con los burros; los burros de aquellas tierras eran fuertes como los mulos : por otra parte, era tan fértil el terreno del Corneja , que necesitaban poco cultivo para producir abundantes cosechas.


Le pregunto a Marce Guiñape, al cual veo ahora muy a menudo y tenemos largas conversaciones, (me dice mi cuñado Gerardo que era el mejor arador de Berrocal) y me contesta que es verdad; me hace gracia con la sinceridad que responde. Le pregunto que cuánto araba (pues los Romanos que fueron pioneros infatigables aradores, uno de ellos, Columela estimaba que se necesitaban dos jornadas para arar un iugerum (yugada, en Roma 0,252 hectáreas) o algo más de media fanega de las de Berrocal) y me contesta mi amigo Marce: “ ¿Media fanega?, ¿media fanega? Y tres fanegas me hacía yo sólo algunos días con tres vacas dando siempre a una descanso “.


Mi padre, que fue herrero, me decía cuanto duraba una reja: un arado de una reja de 10 centímetros es necesario caminar 15 km para arar una fanega, 4000 metros, y se necesitaban de 6 a 8 horas. Pero nunca me respondió con contundencia pues dependía mucho del arador; algunos doblaban el trabajo con las mismas rejas.


Los arados utilizados en nuestra zona eran de madera y conocidos como arado Rotherham que fue construido en Inglaterra en 1730; su forma triangular hizo más fácil tirar de él y se adaptó mejor para ser tirado por bueyes y caballos lo cual marcó el comienzo de la fabricación industrial.

Más tarde se invento el de hierro, y también para ir sentados; pero en nuestra zona éstos, poco o nada se vieron; y se pasó del de madera al tractor.


Algunas partes del arado:

Mencera, belorto, cuña, orejera, telera, cama, reja, timón y cabija.


Todo campesino berrocalense tenía su cachito de tierra, sus animalitos y su pajar; casi sin excepción, poseía un arado junto con los complementos imprescindibles; y el que no tenía dependía de algún amigo, como en nuestro caso que nos lo prestaba tío Alejo. Otros complementos eran el yugo, el trillo etc. Todos ellos desaparecidos si exceptuamos las múltiples ferias de artesanía, y, recuerdo a Baldomero explicándonos en la taberna con un arado hecho por él, en miniatura los nombres que lo componían; en la actualidad para poder observar un arado tenemos que ir a un museo etnográfico o a alguna casa particular donde con dudoso gusto decoran las paredes de la misma.


Podemos afirmar que hoy ya se ha pasado de la tracción animal a la mecánica. La evolución de los tiempos y la industrialización, qué duda cabe, han mejorado las condiciones de vida del campesino de nuestro valle y, en el caso que nos concierne, con la introducción de las nuevas técnicas mecánicas: tractores, cosechadoras, etc… de diferentes tamaños hacen más fácil y llevaderas las, ya de por sí duras, faenas agrícolas. Pero desgraciadamente ello no ha evitado el progresivo abandono del campo por parte de las nuevas generaciones; ya que los pueblos, las tiendas, en nuestro caso, les ofrecen, algunas veces ficticiamente, nuevos y más cómodos hábitos de vida e inciertos horizontes.

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© 2020 por Jose María Izquierdo Hernández.

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